Los bosques de Aatilvar, guardianes silenciosos de misterios,
han contemplado el alzamiento y caída de infinidad de civilizaciones. Antaño
dominaron por completo la península de Vryann, mas hoy se ven mermados y
arrinconados al noreste, donde el Gran Árbol de los Mundos se alza. Allí, la
raza de los elfos estableció su territorio y se proclamó protectora de la
espesura.
Los mitos élficos más antiguos cuentan de éstos que fueron
exiliados de un mundo más allá del Árbol, encontrando refugio entre los árboles
de este, Lierra.
Isanne, la primera y única reina elfa, vinculó su esencia a
la de la propia naturaleza y ésta le concedió su favor en forma de lo que
llaman Magia Primigenia, un tremendo poder que la hizo capaz de hacer frente a
cualquier amenaza que se cerniese sobre los suyos o los restos de Aatilvar.
Isanne enseñó su don a quienes consideró sabios y los nombró
Druidas, y ellos dieron forma al bosque y con árboles ancianos vivos crearon
sus ciudades. Establecieron el centro de su poder alrededor del Árbol de los
Mundos, la ciudad a la que llamaron Suri’an.
Cuando Isanne abandonó su prisión física y ascendió a
deidad, los elfos dividieron el poder del gobierno de Suri’an en cuatro partes:
La primera de ellas fue la consejería espiritual, que se
encargó de administrar la transmisión de la Magia Primigenia y el culto a la
diosa Isanne.
La segunda fue la consejería militar, pues siendo invasores
de un mundo ajeno, los elfos eran atacados por sus habitantes y tuvieron que
luchar por ganarse un lugar en él.
La tercera parte fue la consejería de los Silàs, una unidad
concebida para traspasar las fronteras de Aatilvar como exploradores,
diplomáticos, mensajeros o comerciantes.
La cuarta, se encargaba de los asuntos que acaecían dentro del territorio de Aatilvar y se encargaban de la administración de la nación.
La cuarta, se encargaba de los asuntos que acaecían dentro del territorio de Aatilvar y se encargaban de la administración de la nación.
Los líderes de cada consejería, elegidos de entre los
mejores sacerdotes, estrategas, sabios o Silàs, se reunían y tomaban las decisiones
correctas para el mayor bien de toda la comunidad.
No fue hasta siglos después que el Árbol de los Mundos se
convirtió en una amenaza, al permitir el paso de extrañas criaturas de otros
planos de existencia, que se convirtieron en peligros para el equilibrio
natural que los druidas habían jurado proteger. Las oscuras energías que se
liberaron, provinentes de mundos inferiores, corrompieron a un gran número de
elfos, convirtiéndolos en seres nuevos en un largo y agresivo proceso viral que
acabó con la vida de muchos y enloqueció a la mayoría de los que lo
sobrevivieron. Pero se dice que lo que no mata, fortalece, y en el caso de los
Contaminados no fue diferente, pues dominaron una nueva modalidad de fuerte
magia corrupta.
Para frenar esto, el Archidruida, líder espiritual, decidió
instruir a un nuevo tipo de sacerdote, vinculado con la esencia del propio
Árbol y no con la de los bosques. Este guardián, llave y a la vez cerradura de
estas puertas interdimensionales, intentó expulsar a las especies invasoras y
evitar que pudieran volver cruzar. Pero los elfos Contaminados supervivientes,
que se habían hecho llamar Elfos Oscuros, se opusieron, ya que para ésto se
necesitaba cortar el enlace que les había otorgado su gran poder. Acusaron al
Consejo de hipócritas, pues los elfos eran una raza invasora y ahora se creían
con derecho a decidir qué otras especies podían o no cruzar la puerta, y de
tratar de privarlos de su fuerza por puro miedo en lugar de aceptarlos y crear
una quinta consejería para los Oscuros y su Magia Negra. Así dieron comienzo a una
guerra civil.
La guerra se prolongó durante años, pero los Contaminados,
aunque más poderosos, eran inferiores en número y el desgaste acabó por
derrotarlos. Negándose a permanecer al lado del bando victorioso y renunciar a
la Magia Corrupta, los Oscuros aceptaron en los términos de su rendición el
exilio. El Guardián los expulsó de este mundo para que empezaran de nuevo en
otro como ya habían hecho antes, cuando llegaron a Lierra.
Decididos a no volver a descuidar al Árbol ni la responsabilidad
que el simple hecho de convivir con él les exigía, el Consejo sí que aprobó una quinta consejería:la del Guardián, que debía velar por sus intereses.
La guerra civil dejó todo Aatilvar sumido en el caos, y el
Consejo tardó varios años más en reconstruir lo perdido y volver a asentar las
bases de su gobierno. La población vivía con miedo a que los humanos, aquellos que amenazaban su dominio sobre los bosques, aprovecharan la ocasión para atacarlos. Muchas de las criaturas que atravesaron el portal
provinentes de otro plano, seguían recorriendo Lierra libremente, y mientras la
Milicia se encargaba de combatir a las que se encontraban en los bosques, fue
labor de una nueva unidad de Silàs, cuyos componentes fueron directamente
traspasados desde el ejército, erradicar a las que habían escapado de sus
fronteras. Se nombró Vasilàs, el máximo cargo y representante en el consejo de
los Silàs, a un héroe de guerra con experiencia como militar, y él mismo dirigió
personalmente la cacería.
El hombre era Zsek D’Íozern, apreciado por sus logros pero
odiado por defender, dar cobijo y tener como amante a una elfa oscura.
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